miércoles, 29 de agosto de 2007

Un manotazo duro

El niño pidió el teléfono: –¿Como está padre? –En el Cielo, cariño, padre está en el Cielo. Al otro lado respondía una mujer joven y rota de dolor, su madre. El niño se sentó en un sillón, las piernas colgando, y lloró. Allí vio pasar la tarde.
El niño tenía nueve años. Hoy hace veinticinco y desde entonces ni un solo día –ni uno, padre–, he dejado de pensar en ti.
Sé que tú tampoco en mi.

sábado, 18 de agosto de 2007

Bilbao (II): Santurtún

Sin rodeos, mirad esto.
Es fascinante. Lo es, sin duda. Aun para los muy bestias e insensibles para el arte contemporáneo, como es mi caso, la obra de Santurtún tiene un no-sé-qué que la hace inquietante, comprensible, bella...
Santurtún tiene varias obras en Ciudad Real (enfrente del despacho, en concreto; cada mañana al salir a tomar café nos encontramos con ellas, en el suelo, herrumbrosas e inestables, como a punto de echar a correr), así que, al enterarme de que tiene su estudio en Baracaldo, no pude resistir la tentación y me fui para allá.
Fui con un amigo arquitecto, de especial y brillante sensibilidad para el arte, y el resultado –como era de esperar– fue inolvidable: Santurtún nos abrió las puertas de su estudio y de su sensibilidad, de forma que penetramos en su peculiar mundo interior como quien entra en una biblioteca donde se dan respuestas a todas las preguntas posibles...
Acabé el día borracho de espiritualidad, como un vampiro saciado.

sábado, 11 de agosto de 2007

Pagasarri [casi] me mata

Yo, que he sobrevivido al camino de Santiago, a las rutas de Pinos Altos y Rio Frío, a la ola maldita de Mundaka y la falaz resaca de Gorliz, casi fallezco en el Pagasarri. Son, sin ninguna duda, los peores 22'99 kilómetros de mi vida. Apenas sales de Bilbao te espera una rampa que te quita la sonrisa; y luego una rotonda y otra rampa y otra más, hasta que se acaba el asfalto y llega la tierra y otra vez las cuestas, con el inconveniente de que entonces no puedes ponerte de pie porque la rueda no agarra. La duda metódica –¿qué hago aquí, pudiendo estar en Bermeo como todo el mundo?– duró poco, porque fue sustituida por un empeño casi enfermizo de “llegar arriba” a cualquier precio. –Opa (aúpa), nos gritaban los que bajaban. –Gruch, murmuraba yo. Y así, metro tras metro me arrastré kilómetro tras kilómetro.
Y llegué, vaya que sí. Llegué, más muerto que vivo aquella primera vez.
Y como soy de La Mancha y un poco cabezón me lo he subido otra vez más, hasta el repetidor o antena de no sé qué que hay en otro montecillo de al lado (tengo foto, pero este bellaco ordenador ajeno me impide ilustrar la hazaña).
Y volveré de nuevo, hasta que dome el maldito monte que casi se me lleva el orgullo de escalador manchego y me lo suba cantando seguidillas.
Continuará. Si no continúa, malo.

viernes, 3 de agosto de 2007

Vasen

Son las 14.04 horas del viernes 3 de agosto. Hoy estoy solo en el despacho. He dejado todo más o menos colocado, organizado y solucionado. He despachado varias llamadas advirtiendo que me voy de vacaciones y que en septiembre nos veremos, que procures no meterte en líos, que no gastes…
Apago el aire, desconecto la red y el gas. El despacho parece un jardín sin flores, un cementerio. Salgo de puntillas. Cierro el despacho; como me he olvidado la cerilla creo que este año tampoco le prenderé fuego. Hasta septiembre, querido trabajo.

PD: he cambiado la foto para la temporada de verano.

jueves, 2 de agosto de 2007

Días de vino y rosas

Lo más llamativo –que no lo mejor– del Grand Happening del pasado 28 de julio fue el premio Limón que concedimos al juez de violencia doméstica de Ciudad Real. No vino a recogerlo (tenía cena, al parecer) así que tuve que hacer encaje de bolillos para que la gente no abucheara. Les conté la verdad; que me había sorprendido la actitud del juez por dos cosas: la primera, porque se sonrió y la segunda, porque reaccionó bien. –Me hace pensar –me dijo– y creo que tendré que cambiar mi actitud; es obvio que solo puedo mejorar.
Asombro. Nadie se lo esperaba. No de él. Se hizo cierto silencio en El Guridi; me había ganado a la audiencia para lo que vendría después: el premio Naranja a Frutos Monteagudo.
Frutos es policía nacional. Llegó al juzgado de menores de Ciudad Real hace ahora quince años con el fin de proteger al juez, secretaria y funcionarios de los ardores juveniles de los menores expedientados y el martes 31 de julio se jubiló. Frutos es una persona excepcional, preocupado por los demás, pendiente de los detalles… Es, en definitiva, un buen amigo. Se lo dije al entregarle el premio y se emocionó. Le dije también que era una suerte haberle conocido, que le envidiaba porque podría contar a sus nietos que él fue una persona querida en su trabajo y luego enseñarles el premio Naranja (un poco desvaído con los años) y decirles que, al final de su vida laboral, habían valido la pena todos y cada uno de los días pasados en el juzgado. Te echaremos de menos, Frutos, vaya que sí. Se emocionó, recogió el premio, dijo cuatro palabras entrecortadas, se abrazó a su mujer y nos hicimos las fotos de rigor.
Y luego a por la barra libre como corsarios sedientos de sangre y ron. Aparecieron Elena, Javier, Ramón y otros tantos que venían de cenar fuera –muac, muac, abrazos, ¿llegamos a tiempo?, pues no mucho pero qué más da– y comenzó la exaltación de la amistad. Al primer canto regional, me voy zumbando, me dije. Óscar exultaba, Santi pretendió colarme una reunión al día siguiente pero me zafé, Paula me sugirió que me dedicara a la política, no sé quien me gritó que teníamos que organizar otra vez una cata de vinos y ¡zas! de improviso el "a la Mancha manchega..." Fiel a mi palabra puse pies en polvorosa, tras los saludos de rigor. Me contaron que la cosa terminó al amanecer así que no me equivoqué yéndome prontito (al día siguiente tenía guardia del turno de oficio y debía estar fresco).
PD: he determinado que las vacaciones son una cuestión de actitud, porque sigo en el despacho trabajando, pero de vacaciones. No sé si será bueno. Me lo haré mirar.