viernes, 28 de marzo de 2008

Descolocado del todo

Salí pronto del despacho, porque me equivoqué de hora. Aún era de día: sorpresa y alegría. Me fui al videoclub a devolver una película y, como ya lo había retrasado un tiempo, a cortarme el pelo. Trenzados como estamos a la rutina, no nos extrañó que, una vez más, se repitiera el ritual:
–¿Cortito, como siempre? –me dice al otro lado del espejo.
–Sí, como siempre.
–¿Qué tal tu madre? –dice, sin esperar contestación.
–Bien; muy bien, muchas gracias.
–¿Y tus hermanos?
–Mejorando con el tiempo.
–¿Y tus sobrinas? ¡Qué ricas!
–Sí, sí: muy ricas.
–¿Y Rosita? Dale recuerdos de mi parte.
–De tu parte se los daré.
–¿Te quedaste aquí esta Semana Santa?
–Sí.
–Hay que ver cómo ha cambiado el tiempo.
–Ay, madre.
–¿Mucho trabajo ahora?
–Kyrie, eleison.
–Nosotras, aquí desde las diez de la mañana.
–Christe, eleison.
–Pero, ¿siguen de huelga?
–Ora pro nobis.
–Oye, Néstor: se te está cayendo el pelo…
–Ora pro… ¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué estás insinuando?
–Nada, solo que te estás quedando, bueno que, no pongas esa cara, es solo que, que tienes muchas más entradas que la última vez. ¿Verdad que sí, chicas?
Busca apoyo en el resto de peluqueras, que –unánimes y certeras– me ven más calvo que la última vez. Y envalentonada, la muy canalla, contraataca:
–Eso es por la alimentación, o el estrés, o la huelga de funcionarios que os tiene atacados a todos.
–Sí –dije medio perdido. Miré más allá del espejo, donde un calvo potencial me devolvía una mirada vidriosa.
–Deberías ponerte en tratamiento. Mira, te voy a dejar un champú y un no sé qué con el que te vas a… Y después… Y además… Y en un mes… Y volvemos a ver que… ¿Has entendido?
–Hum...
Oía retazos hasta que dejé de oír y me encontré en la calle, quieto y amenazado por mi propia alimentación o por el cambio climático, con una bolsa de L’Oréal en la mano.
Desde el lunes, veo en el espejo, cada mañana, al mismo cretino somnoliento y recién duchado, dándose masajes con no sé qué gel o espuma especial. Hoy le he preguntado:
–Tú, sinceramente, ¿crees que es para tanto?
Y, mirando para otro lado, me ha dicho cantando:
–I know a girl in meteor city.
Y me ha descolocado del todo.

jueves, 27 de marzo de 2008

Te doy hoy lo que ayer no te di

Estos días marzo ventea y revuelve las hojas, el pelo y los recuerdos. Me llama esta mañana Silvia: su padre se muere, me dijo Alberto el otro día. Y me acuerdo de la primera vez que me llamaron. Y de la segunda: estaba montando en bici, luchando contra el viento, de vuelta a casa. Cómo vuela el recuerdo. Parece que fue ayer la primera vez que vinieron al despacho y hace casi un año. Estaba lleno de salud. Viejo y ajado, pero fuerte. Mirada cansada que ha visto mucho. Manos gruesas y ásperas de hombre de campo.
He medido las palabras con ella, porque gasta sus días contaminada con el recuerdo de que se les va, de los momentos que le pudo dedicar, de las oportunidades perdidas. De los besos que le robó y los abrazos que no le ha dado. Parece darse cuenta de que ya le ha matado. Y se abandona a su propia pena.
–Ya me ha visto el médico forense. Me ha dado cita para el mes que viene. ¿Cómo lo ves?
–Bien. Pide hora en rehabilitación, porque la compañía ha autorizado diez o doce sesiones más. Y diles que te hagan un informe de tus lesiones.
–Vale.
Las palabras resbalaban y se iban con el viento.
–Oye, se me ocurre, que como estamos en el hospital con papá, igual podríamos acercarnos mi hermano y yo. Y hablar.
–Claro.
Al colgar, me he quedado con el teléfono en la mano, recordando. Solo, se sentía solo, me dijo Alberto. Viejo. Aparcado. Desatendido. Solo.
He marcado el teléfono de mi madre:
–¿Cómo estás?

viernes, 21 de marzo de 2008

Dos días

Procesiones. El Silencio. Lluvia. Chocolate con churros. Santi. Inma. Alonso. La noche oscura. La Última Cena. ¿Acaso soy yo, Señor? El pan. El Pan de Vida. La bolsa. Treinta monedas. La hora de las tinieblas. Sueño. ¿Dormís? Amargura. Campanilleros. Una espada. Como a un ladrón. Anás y Caifás. La noche. Soledad. Miedo. El gallo. La canallesca. Yo mismo. Tantas veces. Escupen. Escupo. Blasfeman. Procesiones. Vicente. Prado. Rodolfo. Lucía. Incienso. Cadenas en los pies. Ruidos que duelen. Pilato. El pilatos. Cobardes. Las risas de Herodes. ¡Crucifícalo! Barrabás. El flagelo. Los azotes. Sangre. Coronado rey. Trapo de púrpura. Ecce homo. ¡Crucifícalo! Sangre. Piedra. Polvo. El Madero. Rumor de lágrimas de unas. Gritos de otros. Cristo en la calle. Cristo que pasa. Simón. El Cireneo. Yo no. ¡Yo no! Ansiedad del odio. La Calavera. La ciudad en silencio. Siete palabras. Cornetas y tambores. Luto. Ella. ¡Al cielo con Ella! La Cruz. Muerte. Libertad. Todo está cumplido. Ya es de noche. Rescate. Esperanza.
Ahora es después.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Hoy

Hoy he salido con un par de zumbaos a investigar una ruta preciosa, la de Pinos Altos. A mitad de ruta hemos topado con otros montañeros, mezcla de varias peñas (Casco Locos y Séptimo Piñón) y aficionados diversos. Nos han subido hasta el pico Gatos y allí hemos disfrutado de unas magníficas vistas y de un sol de calentaba de veras.
A la vuelta, Rodolfo ha sacado la cámara y no he podido evitarlo: he sido yo mismo. Sé que doy al traste con mi fama –merecida, por cierto– de serio y de responsable, pero es que es la primera vez que aparezco en youtube y me hacía ilusión compartirlo con todos. Ahí va:



Felicidades, por cierto, a todos los joseses.

lunes, 17 de marzo de 2008

La vuelta

Un corazón orgulloso es una caja de sorpresas. Por eso, después de mi pájara, no había vuelto a salir con grandes grupos, hasta ayer, que me fui con la peña del Séptimo Piñon. Y salí con cierto respeto, tenso, atento a cualquier indicio de que algo no fuera bien. Me fui probando con prisa, ansioso. Calenté deprisa y en cuanto pude metí el plato grande y me levanté, salté, cambié de ritmo, encabrité el corazón… Pero no pasó nada, así que a los tres kilómetros charlaba animadamente con Jorge, Carlos, Vicente, Ricardo y el resto del pelotón. Y subimos y bajamos durante algo más de cincuenta kilómetros sin parar de hablar, disfrutando del paisaje y de cada uno de los que venía.
–Mira, la idea es disfrutar de la bici y del campo y de los amigos, no machacarse –me dijo Toñi, explicándome la filosofía de la peña.
–¿Te vendrás a Ronda?
–¿Te vas a federar?
–¿Te vendrás el domingo que viene?
–¿Te vas a callar un poquito?
Son muy buena gente, de los que se esperan en cada cruce difícil, al final de cada pendiente, si pinchas, si se te sale la cadena, si te pica una abeja (¡ay, Fatigas!), si te quieres tomar un plátano en mitad del prado... Pero a veces –ayer no– el cuerpo me pide más adrenalina que una buena conversación. Por eso salgo poco con ellos.
ADDENDA: por la tarde –domingo de Ramos– me fui a misa. Me gusta la lectura de la Pasión, pero ayer me la redujeron. En la homilía me distraje. Pensé en cuántos de los que ayer decían “¡hosanna!”, gritarán el viernes “¡a ese no, a Barrabás! ¿No se les caería la cara de vergüenza?, me dije. E inmediatamente, con sonrojo, admití: no, porque yo lo hago tantas veces, tan a menudo.

Algunos del pelotón. Jorge y yo salimos al fondo a la derecha, de corto.

viernes, 14 de marzo de 2008

Los arroces

–Pero bueno, ¿qué horas son éstas de llegar al despacho? ¡Si estamos a punto de cerrar!
–A eso venía: a asegurarme de que cerráis bien.
– Pero, ¿de dónde vienes?
–De aquí. Y del Guridi. Y de estar con mis amigos. Y de festejar varias noticias...
[y os dejo con Ramón, que lo explica mejor que yo: se calla lo que debe callar y habla de lo importante]

miércoles, 12 de marzo de 2008

Walking on the moon

Le he leído todo el contrato. Todo: la fecha, el reunidos, estipulaciones, cláusulas. El muchacho, a mi izquierda, miraba la mesa.
–He dejado mi trabajo para meterme en esto, ¿sabes?
–Ya, le dije.
–Llevo dos meses con esto.
No le miré. Llevábamos tres días a vueltas con el contrato.
–Firma aquí, por favor.
Pues espero que sepas dónde te metes, pensé. Yo era una piedra. Tenía que serlo, porque me veo embargándole hasta el subsidio del paro en un par de meses. Porque no es mi cliente. Y me debo a quien me paga: a asegurar que –pase lo que pase con el soñador– cobraremos hasta el último céntimo.
Mi cliente, a la derecha, no paraba de hablar de avales, bancos, letras de cambio, cervezas, mobiliarios, la imparable subida del barril brent, los cafés… ¡Los cafés! Qué ironía. Me sorprendí calculando los cafés que tendrá que servir –las cervezas que debe tirar– para pagar la cesión del contrato de arrendamiento que ha firmado. Quise decirle algo, no sé: que hay sueños que tienen un precio demasiado alto... Pero yo era una piedra, un pedazo de hielo.
Antes de firmarlo, aún he tenido tiempo de añadirle un párrafo para asegurarme de que el contrato se perfecciona con la entrega de la última de las cantidades: dentro de dieciocho meses.
–¿Tienes moto?
–Sí, una Aprilia pequeña –dijo medio sonrojado–. Pero quiero comprarme una Ducati.
–Ya. ¿La Monster?
–Hum, sí.
Espero que sepas lo que haces. De veras, espero que te vaya bien.

lunes, 10 de marzo de 2008

Cosas embarulladas

1.- En el tren, ansioso de bucear en “El hombre del salto” de Don Delillo. Tres chicas y un muchacho, de vecinos al otro lado del pasillo. Adolescentes. Hablaban. Gritaban obscenidades. De bragas, tangas, sexo y tetas. Y comían –entre carcajadas dolorosas– no sé qué porquería artificial, de olor penetrante y bolsa ruidosa. Añoré el mp3, el mp4, un ipod, un billete de [hu]ida a las Seychelles, un traje de buzo que me aislara… No sé, el contemptus mundi.
–¿Sabrán éstos apreciar el esfuerzo de la flor del almendro? ¿De los conquistadores? ¿Del hombre que pisó la luna? –me pregunté.
Tetas, culos, jaJAja…
–Creo que no.
2.- Esta noche he soñado que me caía. He esperado el batacazo, pero no ha llegado, así que me he acostumbrado a caer: le he cogido gusto a la caída libre, hasta que me sobresaltado en la cama. Era de día: anoche me olvidé de poner el despertador.
3.- Un fantoche que canta no sé qué del chiki-chiki representará a España en Eurovisión. Ya nada me extraña, pero todo me duele. No soy Petronio –arbiter elegantiae–, pero no hace falta serlo. Pienso en el exilio.
4.- Escucho a Joe Purdy –I've been thinking of you–, no todo está perdido.
5.- Vale, tengo gripe.

jueves, 6 de marzo de 2008

El fracaso

Me preguntó con la mirada y le contesté con un gesto leve, imperceptible, afirmativo. Contundente. Iría a prisión. Tras la comparecencia del 505 [de la Ley de Enjuiciamiento Criminal], era cuestión de minutos. Pasados quince, la juez me hizo entrega de la resolución: prisión provisional, comunicada y sin fianza. Alberto me miró. Aún tenía las manos esposadas. Se dobló entero, con un junco tronchado, hasta apoyar la cabeza en la mesa. No se quejó. Lloró. Temblaba. Por Dios, dijo, dejadme ver a mi hija, por Dios.
–No puedo, de veras, no puedo hacerlo, me dijo la juez en un aparte. Y entonces pensé que a ella le costaba tanto dictar esa orden, como a mi asumirla. Por primera vez comprendí que ellos también sufren. Como yo. Y allí, de pie, a las nueve de la noche, nos vi –a ella y a mi– iguales, frustrados por el fracaso de la humanidad. Por primera vez.

martes, 4 de marzo de 2008

Para siempre

No sé cómo empezar, así que supongo que lo mejor es empezar sin más: el viernes no me apetecía en absoluto viajar a Bilbao y celebrar mi cumpleaños fuera de mi casa y mi familia; pero lo hice y fui plenamente recompensado, más de lo que me merezco. Nada más llegar al hotel, me encontré con Graciela y Javier, así que dejamos los trastos en las habitaciones y nos fuimos a comer. Deambulamos por el casco viejo hasta dar con el sitio ideal en la Plaza Nueva, pero, como suele suceder, el lugar ideal no satisfizo nuestras expectativas, así que –tras unos pinchitos de rigor– dimos con nuestros huesos en otro mejor, con una cervecita estupenda y unos pintxos con denominación de origen.
A las 19.30 era la inauguración, así que ducha, cambio de ropa y paseíllo hasta el colegio de abogados (a tres minutos escasos del hotel). El decano, un hombre llano e inteligente, alabó Euskadi, Vizcaya, a la Confederación Española de Abogados Jóvenes y a la agrupación de Vizcaya; le faltó el Athletic: olvido imperdonable para los oriundos. Al salir, después del cóctel y los abrazos de bienvenida, el hambre hizo acto de presencia, así que pusimos a prueba la fama de Víctor Montes y de un garito llamado Memorial (ambas merecidas).
El sábado todo empezaba temprano, así que aparecimos con cara de sueño en el colegio con bastante puntualidad, aún a sabiendas de que el inicio –como siempre– se demoraría. Pronto empezaron las llamadas y los mensajes (“que sepas que somos muchos los que te queremos”). La reunión me sorprendió (es la segunda vez que lo hace) por el contenido, las intervenciones, la preparación y el trabajo que desarrollamos. Dispuse de mi minuto de gloria, desde la tribuna de oradores, para explicar las actividades de mi agrupación y despedirme. Estaba emocionado y nervioso, pero creo que no se me notó. Me habría gustado poder dar las gracias a todos mis amigos, pero no lo hice; estaba fuera de lugar, me dije. Solo me permití la excepción con mi amiga Lola, con una cita que solo ambos conocemos y que la hizo reír y sonrojarse un poco (y que le gustó, lo sé). Al terminar, Mayte me agradeció mis palabras y los dos años en CEAJ. Sergio, el presidente de CEAJ, tomó la palabra y me dio también las gracias por lo que he podido aportar a la confederación… Y el móvil no paraba de vibrar en mi bolsillo con mensajes y llamadas que no podía atender.
A las 18.30, visita guiada al Guggenheim: Richard Serra es lo más bestia, sutil y magnífico que he visto en mi vida. Paseamos, experimentamos y –aunque esté mal– tocamos cada obra; todo ello además aliñado con las llamadas al teléfono: Rosita, Ana, Daniel, María y Mariíta (ese cumpleaños feliz sirvió de banda sonora a los tulipanes de Jeff Koons), Rodolfo, Paco y su novia desde el coche… Salí de allí emocionado, lleno de vida. Nos fuimos al hotel a ver al Atleti y oir al Madrid, con el tiempo justo para darnos una ducha y oír, otra vez (y van tres), a las princesas del País de Nunca Jamás y su increíble interpretación del “coconano fili”. Y me volví a emocionar y aún me quedaba, porque en la cena Graciela tuvo la magnífica idea de incoar el cumpleaños feliz en la mesa y de brindar y yo, que soy tímido, pues me sonrojé. No me quedaba ni rastro de las dudas que me acechaban el viernes, estaba a gusto entre amigos y no cambiaría por nada esas horas.
Después volvimos a brindar por el tripartito, me abroncaron, me hicieron prometer que iría a Ronda y a Valencia, que nos seguiríamos viendo. Y cantamos con Fito y los Fitipaldis. Dijimos tonterías. Nos dimos abrazos. Hicimos planes. Despedidas a media voz. Adioses que significaban hasta mañana y hasta mañanas que significaban adioses.
El domingo me despedí del tripartito con un “hasta luego” emocionado y un pedazo de algo se me fue. Luego comimos (Pepe mucho, Rafa, Miguel Ángel y yo de forma moderada) y disfrutamos de la visita guiada. A media tarde, mientras Beatriz dormitaba con su mp3 en un sillón del hotel, quedé con Marta a tomar café y me sonreí al ver que habla igual que escribe… Un verdadero placer, por cierto.
Esa noche, al salir de Barajas, mientras escuchaba con mi hermano la canción con la que os dejo, recordaba cada minuto, cada risa, cada rostro. Cada despedida, que no lo es, porque es un hasta luego. Porque son mis amigos y los amigos son para siempre.