jueves, 30 de octubre de 2008

En el peor lugar del mundo

Era joven. Viajaba en el coche equivocado. Era divertido. Había buen rollo. Tío, Alfredo, tú sí que molas. Mola mazo, sí. Qué música más guapa. ¿Tienes fuego? Si, pincha. Dicen que estos coches pillan los doscientos. Sí, eso dicen. Vamos a sacudirle la carbonilla. Eso, eso, vamos. Pásame el agua. ¿Cuánto queda? Oye, ¿de dónde venías? No sé, de por ahí. Ah, de por ahí. Vale, vale. ¿Un piti? Vale. ¿Sabes algo de Antonio? No, hace siglos que no le veo. ¿Has llamado? No. Sube esta canción, que es tremenda. ¿Sigues con el boxeo? No, tío, lo dejé. Ahora trabajo. Bueno, ahora mismo no. Sí, ahora no, claro. Joder, la Guardia Civil. Frena, tío, que hay control. Mierda, están parando a todos. Pero, dijeron que aquí nunca se ponían. Joder, pues ya se ve que sí. ¿Llevan perro? Sí, joder, llevan perro. ¿Qué pasa con el perro? Eh, tíos, no me entero de nada. Calla, joder. Pero, tíos, ¿qué pasa? ¡Que te calles, leches! Dicen que pares. Sí, joder: ya paro. Apaga el motor, tío. Ya voy.
Buenas noches. Buenas, buenas. ¿Tiene la documentación? Sí, claro. ¿Pueden bajar del coche? Sí, joder, claro que puedo. Puedo echar un vistazo al coche. Si no hay más remedio. ¿Me abre el maletero? Sí, joder, sí.
Pero… ¿alguien me va a explicar qué pasa?
Pues pasa que te acaban de pillar en un coche cargado hasta las orejas de ácido.
Eso es lo que pasa.
Imbécil.



PD: no me gustan los traficantes. No me gustan los que destruyen la vida de los demás. No me gustan. Me dan asco. Pero a veces tengo que defenderles. Así somos.

martes, 28 de octubre de 2008

Hablando con mis amigos

1. El domingo.
–Tienes que ir.
–Ya.
–Es una sensación única esa de conocer los lugares que vio, de tocar, de oler, de mirar… Aún me asombro cuando pienso que estos pies han pisado dónde Él pisó.
Y pensé en esta boca mía de cieno. Y dejé de oírte.
2. Ayer.
–Vente y te invito a un café.
–No, muchas gracias: es que ya me he tomado un chocolate.
–También invito a bollo de la hermana de Emilio.
–Hum… Esperadme cinco minutos.
3. Hoy.
–Mira que eres pesado.
–¿Yo?
–Sí, tú. Le has preguntado siete veces lo mismo.
–Me pasa cuando no me dicen lo que quiero oír.

sábado, 25 de octubre de 2008

Hoy la extraño

El domingo reventé la rueda trasera. En mi tramo favorito de la Atalaya, entre pinos, con piedras y árboles que te golpeaban la cara y el casco... Me tocó volver a pata. Cinco kilómetros de soledad y mp3.
Desde entonces no he podido salir con la bici. Y hoy, esta mañana, la añoro. Como añoro las salidas con Jorge, mi amigo lesionado. Volveremos. Pero no este fin de semana. Mientras tanto me muero de impaciencia.



Os dejo con un video de The Collective, una gente increíble que hace cosas increíbles. La última vez que hice algo similar –remotamente similar– terminé con veintiséis puntos en la cabeza. Disfrutad, al menos tanto como yo.

domingo, 19 de octubre de 2008

2:00

No era Rostropovich, no me cabe duda; ni el museo López Villaseñor era el lugar ideal. Pero no importaba. A mi no. Aquello era bueno, así que los primeros compases me pillaron con los ojos cerrados. Y disfruté. Mucho. Y descubrí que Bach –el preludio de la suite nº 1– es marrón y huele a bosque de pino, a lluvia reciente, a viento, ráfagas que vienen y van... Y durante apenas dos minutos estuve en otro lugar, lejos de cualquier sitio, ajeno al correr de las horas, a los problemas y a las llamadas que el teléfono iba acumulando silencioso.
Cuando abrí los ojos, me vi en segunda fila, aplaudiendo al solista del Cuarto Orfeo. Miré a mi alrededor, sorprendido, recién llegado, con la lluvia en los ojos. A mi lado sonreíste cuando te dije en un suspiro: es bueno...



El miércoles disfrutamos de un cuarteto de cuerda, dentro de los actos que el Colegio había organizado para celebrar a santa Teresa de Jesús, patrona del Colegio de Abogados de Ciudad Real.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Tranquilo majete

Me preocupa que mañana llega a Valencia un barco que hiede a muerte. Y me preocupa la pobreza. Y me preocupa que no sé qué hacer.
Ya, te dije, creo que me pasa lo mismo. Y recordé entonces un mail de Luisa y otro de Santi con unos banner que invitaba a poner en los correos electrónicos. Y pensé: cuando llegue al despacho, digo algo en el blog.

domingo, 12 de octubre de 2008

El desahucio

Señol jues, pasi usté más alanti/y que entrin tós esos,/no le dé a usté ansia,/no le dé a usté mieo... Aquel día tomábamos posesión de la vivienda, así que me llevé al cerrajero para que abriera e instalara una nueva cerradura. Al cabo de veinte minutos empujó la puerta y me señaló la oscuridad. Nos miramos en silencio, porque nadie quería ser el primero. Entré. Dentro polvo, calor y drama. Calefacción central, pensé; y mala leche la de los anteriores inquilinos. Como heridos de guerra, yacían por el suelo –víctimas de una fiesta salvaje– muebles, estanterías y libros, cortinas rasgadas, periódicos, camas volcadas, plantas secas, fregonas, escobas y restos de recogedores... Avancé por la casa hasta la cocina y allí, entre otras, una botella de Freixenet Brut Nature del 96, inviolada.
Me decepcionaron un poco. Esperaba algo un poco más dramático; no sé, del estilo de Gabriel y Galán. ¡Señol jues, que nenguno sea osao/de tocali a esa cama ni un pelo,/porque aquí lo jinco/delanti usté mesmo! Pero nada de eso: las mantas, con las camas y las sábanas, estaban volcadas, hechas un revoltijo. Nadie lloraba. Descorrí las cortinas para que entrara la luz en el dormitorio principal. Me extrañó verme solo. Toqué las sábanas con el pie, pero no pasó nada. Nadie defendió lo suyo. Nadie dijo ¡y me güelin, me güelin a ella/ca ves que las güelo!... Hasta para el drama somos dejados, pensé. Y me fui.

lunes, 6 de octubre de 2008

Raúl se va

Al menos eso dice. Y parece muy seguro de ello aunque diga que le da pena. Claro, tanto insistirle en que tiene que seguir estudiando, que al final nos ha hecho caso y se larga. Está matriculado en Empresariales, en Castellón, así que se marcha a finales de mes. Y aquí nos deja, sin los bollos que nos preparaba su madre, sin los modelos fashion de los casual friday, ni el zumo de melocotón, ni los ataques a la nevera, ni la manía esa de tirar el azúcar por el suelo... Ya sabes lo que les pasa a los chivatos.
El caso es que se va porque ahora es el momento de seguir estudiando, de fabricarse un futuro a su medida, de soñar. Y estoy –estamos– seguros de que lo logrará, de que sus sueños se harán realidad. Mientras tanto le esperaremos.
Por cierto, Raúl es el administrativo del despacho. Y digo es, porque mientras siga siendo, tendrá un sitio en el despacho.

jueves, 2 de octubre de 2008

Sin ella en sus sueños

Pasamos muchas horas juntos de una mañana de hace unos días. Yo había llegado tarde, porque salía de un juicio en Ciudad Real, así que me habías esperado media hora en la calle. Media hora dando vueltas, fumando. Ya llego, te dije por teléfono, no te preocupes y no hagas nada. Nos tocó esperar, porque el juez había entrado en otro juicio antes de tomarte declaración. Hablaste mucho. De tus treinta años de casado, de los últimos meses de sospechas y del fin de semana en que descubriste que tu mujer se había largado con otro. De las últimas veinticuatro horas de locura. Del olvido.
Perdono cualquier cosa, pero no esto. No. Esto no, esto no, esto no. Decías sin parar y apretabas los ojos y te tapabas la cara con las manos.
Nunca le ha faltado de nada y ahora me deja por el primer imbécil que le dice que es la mujer de su vida.
El imbécil, pensé. Siempre hay un imbécil que suple nuestras deficiencias; un imbécil que dice el te quiero que me tocaba decir a mi, que hace la llamada que debía hacer yo, que da las gracias en mi lugar. Siempre hay un imbécil que se cuela por las rendijas de la rutina.
Y ahora, ahora, me denuncia con un montón de mentiras.
Te levantabas del banco, te asomabas a la ventana y volvías a sentarte. El aire te ahogaba. No podía decirte nada.
Todo, se me ha caído todo. Llorabas.
¿Has comido?
No, hace dos días que no como nada.
¿Y dormir? ¿Has logrado dormir algo?
No. Llevo dos días sin tumbarme en la cama. Ni duermo ni sueño.
Llegó tu hija adolescente. Papá, dijo, con una sonrisa empapada en lágrimas. Se abrazaron, fuerte, silenciosamente.
Os dejé y fui a preguntar a la funcionaria de guardia. Allí estaba tu esposa.
Solo he dicho la verdad, me dijo, descarada.
No la miré.
Es curioso, porque yo creo que no; así que vaya buscándose el mejor abogado que pueda pagarse, dije con voz de piedra.
Cuando salí de nuevo al pasillo estabas sentado, con tu hija apoyada en el pecho, abrazados. Nuevos vecinos de la ciudad del olvido.
Cariño.
Dime papá.
Te quiero mucho.
Lo sé.
¿Lo sabes?
Sí, papá, solo te tengo a ti.