viernes, 14 de agosto de 2009

Me voy

1.
Cada mañana me despierto con jet laj, después de viajar –ir y volver– a lugares lejanos, desconocidos y exóticos. Esta noche he sido rey moro junto a mi reina y mis camellos y palacios y fuentes y acequias. Y he sido feliz, al menos hasta que ha sonado el despertador. Vuelta a casa y jet laj. Veo amanecer y espero a que se me pase el mareo. Y pienso: ¿cuánto tiempo tardará este sol en llegar al confín del mundo? ¿Ocho, nueve horas?
2.
Esta tarde recojo mis bártulos y comienzo mis vacaciones. Apenas doce días que pienso exprimir al máximo. Ya os contaré a la vuelta.
3.
Comienzo mis vacaciones. Si no vuelvo es que he montado un chiringuito en Jamaica.


Lo sé, es un poco moñas, pero me encanta Dispatch y me encanta esta canción. En mi chiringo reagge solo sonará el viejo Marley y Dispatch. Y cantaré, a gritos, eso de "hold my hand just one more time to see if you're really going to meet me". ¡Hasta que se cumpla!

miércoles, 12 de agosto de 2009

Los okupas

Después de una semana durmiendo en el coche, seguían sin tener dónde meterse. Él, ella y tres niños. Encontraron una casa abierta y abandonada y entraron. Pusieron una cerradura, invirtieron sus ahorros en acondicionarla un poco y la amueblaron con cuatro cosas y un par de cortinas. Lo imprescindible. Y la llamaron casa.
Chicos, ¡vamos a casa!, decían.
A casa. Esa palabra tenía el sabor dulce y caliente de un beso. Pero el destino es inflexible y las cosas –todas las cosas– tienen dueño. La casa también. El dueño llegó, les denunció y fueron detenidos y desalojados. Les asistí en comisaría, donde todo huele a rancio, hasta la esperanza. Ella se fue a dormir con sus hijos a casa de unos familiares y él hizo noche en los calabozos, por razones que aún no entiendo y que ningún coordinador de tarde del Cuerpo Nacional de Policía supo explicarme, porque no hay razones que expliquen decisiones estúpidas y arbitrarias.
Han pasado dos días. Les llevaron ayer al juzgado donde comenzó el ritual de la instrucción del procedimiento: declaraciones de los denunciados y del perjudicado, acusación del fiscal y juicio rápido. Los niños, ajenos a todo, jugaban por los pasillos poniendo a prueba los nervios del vigilante de seguridad. Él y ella sentados juntos.
¿Es grave?, me susurraban.
No, no mucho.
Finalmente se fueron los dos con una sentencia condenatoria debajo del brazo. Logré un buen acuerdo con el fiscal –una multa mínima y una cuantía irrisoria– y sé que debería estar contento, pero no lo estoy. Hay que cosas que cambian y otras no. Pongo tiritas en miembros amputados, remedios básicos, insuficientes. Lo sé, supongo que es mi misión, lo que me toca. Pero no dejo de pensar que están de nuevo en la calle, viviendo en su coche. Trato de convencerme de que no es mi problema, de que no puedo hacer nada más. Nada más.
Bueno, sabrán apañárselas. Lo han hecho antes y lo harán ahora.

martes, 4 de agosto de 2009

El amigo

Andaba preocupado por la salud de Tom Cruise y de la operación Walkiria cuando me sonó el móvil. Era Ramón. Me sorprendió. Revisé rápidamente mis compromisos y descarté ninguna otra cena.
Descolgué. El ruido al otro lado era ensordecedor.
–Dime, dije.
–¡Néstor!, me gritaron al otro lado.
–¡Sí!, grité.
–¡Tengo una duda espiritual! ¡Bruce Springsteen es un predicador, un santo? ¡Estoy en el concierto y no sé muy bien qué dice, pero diga lo que diga sé que tiene razón! ¡No puede ser de otra manera!
Durante unos minutos preciosos compartimos el éxtasis, uno a cada lado. Ramón avanzaba, abriéndose paso a codazos para ver al Jefe de cerca y oir, de primera mano, aquello que quería decirle.
Colgamos. Me quedé en silencio, emocionado. La amistad –como el cariño y el amor– si es verdadera me emociona. Y aún estoy emocionado.