martes, 17 de agosto de 2010

Excusatio non petita...

Vale, es cierto, no he escrito nada desde el mes de mayo. Mi blog anda abandonado, oscuro y desamparado, como las flores de una iglesia el día después de la boda. Huele a cerrado, a rebajas de liquidación, a negocio familiar al borde de la quiebra (del concurso de acreedores, me corregirá algún purista).

Hoy me he asomado y me he sorprendido. ¿Qué me ha pasado? Nada. Bueno, nada y todo. Quizá es que andaba falto de ideas. De ideas y de tiempo. Quizá necesitaba alejarme un poco para recuperar la frescura de aquellos días en que escribía solo porque necesitaba escribir, porque me gustaba y disfrutaba haciéndolo. Saqué un billete de ida y vuelta a las nubes, desde donde ver todo más claro. El problema de las nubes es que uno vive tan bien que no encuentra el momento de volver.

Hoy he despertado. He mirado para abajo y he descubierto que quiero volver a escribir. Escribir. Es una palabra deliciosa. Escribir, sin más, por el puro placer de hacerlo.

Esto tiene que cambiar, me he dicho. Y cambiará. Volveré. ¡He vuelto! A partir del 1 de septiembre mi despacho volverá a abrir; trataré de escribir las cosas que me han pasado y las que me suceden cada día. Además tengo miles de cosas que contar: prometo hablaros de aquel pez abisal transparente, de ese compañero fiel y honrado, del juez que me cantó las cuarenta, de un buen amigo que se emociona de las buenas noticias, de la Pirámide del Sol y las maldiciones de emperadores asesinados, de la fiesta de verano del colegio en que descubrí mi verdadera vocación de barman coctelero… ¿Y de tu baile gallinaceo? Pues sí, también de mi baile gallinaceo.

Os hablaré de eso y de mucho más, porque aunque no lo haya escrito, durante este tiempo, mi vida, se ha convertido en un sueño delicioso.