miércoles, 19 de enero de 2011

Cosas que no logro apuntar

1. De cuando trabajé en radio guardo la capacidad de decir lo que pensé segundos ha, de forma que en los juicios me da tiempo a hilar lo que quiero decir antes de decirlo, mientras continuo hablando. Pero me sucede en ocasiones que me atasco eligiendo la palabra ideal, sufriendo por unos segundos el estrés fatal de saber que mi boca va avanzando inexorable por la frase pensada sin tenerla aún completada. Y ya digo, me atasco. Ayer me pasó con “transferencia”. Me quedé a mitad de frase hasta que la sustituí por “ingreso bancario”, que no significa lo mismo –lo sé–, pero es que algo tenía que decir.
2. La tecnología a veces es un obstáculo para los indecisos. Antes pensaba algo especialmente feliz y lo apuntaba en mi moleskine. Ahora no sé si tengo que soltarlo en facebook (que me obliga a decir algo con eso de “what’s on your mind?” cada vez que entro), comprimirlo en twitter, organizarlo un poco en el blog o transmitirlo por skype. Lo dicho, un lío.
3. Me dicen que con las recientes elecciones del Colegio de Abogados no he hecho muchos amigos. Lamento perderlos, si ha sido el caso, pero no me importa lo que digan de mi los que nunca lo fueron.
4. Oigo la radio sorprendido. Si te pasas la semana gritándoles canalladas, amenazándoles, espiándoles y tirando huevos contra su casa, no debes sorprenderte de que un descerebrado parta la cara a un concejal en la puerta de su casa. Ahora el político escurre el bulto, porque al parecer la masa torpe e ignorante es la excusa. El voto, otra vez, como meta-patética de algunos.
5. Me llama un cliente. Tiene un juicio de faltas. ¿Contra quién?, pregunto inocentemente. Contra el mundo, me dice, por mobbing. ¿Contra todo el mundo? Sí, insiste, contra todo el mundo. Es la primera vez que no he sabido qué decir.

viernes, 14 de enero de 2011

Pintor que pintas con amor...

Un juicio, el acto oral del juicio, es como un gran lienzo en blanco en el que se van repartiendo brochazos. A veces las cosas salen exactamente como te habías propuesto, hasta en los más mínimos detalles. Otras no. En ocasiones entras con tus pinceles dispuesto a pintar La rendición de Breda y terminas saliendo con un Pollock como un frontón. Nihilismo, caos absoluto, cosas del directo.
Un muy buen abogado me dijo una vez que había que preparar cada juicio dos veces, la segunda como si fueras el abogado contrario; encuentra el fallo antes que el contrario y entonces adelántate y busca la solución, me decía. A veces lo hago.
Yo sabía que la abogada contraria era peligrosa, así que sistematicé mi juicio todo lo que pude. Tres son las cuestiones que debemos resolver hoy, dije, y bla, bla, bla... La compañera garabeteaba rápidamente en sus papeles dándose cuenta de que había evitado dos cuestiones. No me miró para no delatarse, pero lanzó su artillería dialéctica. No moví una ceja, impasible el ademán. Comenzó el interrogatorio de mi cliente y la abogada se fue descomponiendo con sus respuestas. Sonreí al ver que el juez anotaba lo que me interesaba. Las lanzas, Breda al fondo. Bien, esto marcha. Tres preguntas más y se repetirá. Se repitió, tratando de doblegar a mi cliente, buscando el recoveco, pero el juez le llamó la atención por primera vez. A la tercera desistió: no hay más preguntas.
Llegó su testigo. Muy malo. Se adelantaba a sus preguntas, era demasiado violento. Está preparado y se le nota mucho, me dije. Apenas le hice tres preguntas, la última –¿se ha leído vd. la demanda, verdad?– le descalificó: ¡por supuesto!, contestó.
Al salir, el testigo me acompañó hasta el coche, pidiéndome explicaciones a gritos. A veces me gusta cabrear a la gente. ¿Sabe una cosa?, le dije, ha metido la pata. Y conduje sonriendo hasta casa.


Os dejo con una buena canción de Modest Mouse, Bukowski