–Bueno, y ¿qué digo?
–La verdad. Me temo que es lo mejor. ¿Habías bebido?
–Mucho.
–Vale.
Pasamos al juzgado. El funcionario miró los autos y disparó sin sutilezas:
–Bueno, ¿qué pasó entonces?
Esteban me miró, suspiró y comenzó con su relato, sonrojado, arrepentido y con la mirada fija en el suelo. Con el dinero de la paga extra de primavera quemándoles en el bolsillo Esteban y Álvaro se fueron a la playa. Eran jóvenes y sin compromiso. Comenzaron a beber sobre las doce del medio día. A las cuatro de la mañana, eufóricos y a la entrada de una discoteca exótica, hicieron amistad con una de esas máquinas de cacahuetes y frutos secos y comenzaron a bailar con ella. Ella era tímida, así que apenas respondía a los contoneos, saltos y cabriolas de Esteban con unos mínimos bamboleos. Pero entonces todo cambió: repentinamente la máquina de metro sesenta cobró vida y comenzó a responder al baile, sobre sus cuatro diminutas ruedecillas: resultó ser una máquina libre. Y así, abrazados y metálicos, Esteban y ella avanzaron por la calle sin un objetivo claro. El reggaeton, el ritmo, la música, qué sé yo: el maldito cariñena se apoderó de ellos, les nubló la mente.
A los veinte metros una patrulla de la policía les dio el alto a gritos y con la defensa en la mano. No entendieron de amor, ni de música y detuvieron a Esteban como autor de un delito de hurto.
Ella no dijo nada, probablemente avergonzada; pero mientras esperaban, le obsequió con unos cacahuetes gratis, recuerdo quizá de esos minutos de libertad.
–Gracias, reina, balbuceó Esteban: nunca te olvidaré.
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22 comentarios:
A esta historia le pone poesía y unos acordes Sabina y hace una canción de antología.
Qué capacidad tienes para asombrar con lo cotidiano. Es un gusto leerte.
Hurtarle tres bailes a una metalera no es delito, es heroico. Por otra parte, menuda castaña la de Esteban. Sies que no saben beber...
deciendo que no les tocó una de carne y hueso, que además de actuar como máquina metálica, los dejara sin el resto de la paga, con resaca y sin cacahuates.
Se suponía que mi comentario comenzaba diciendo:"Y agradeciendo...." Blogger ha logrado hacerlo algo inentilegible, lo siento.
Cosas peores hice yo hace años con un taburete de esos de las barras de los bares. Se empeñó en acompañarme al autobús, y allí estaba yo en laparada, sentadito, tan pichi...
(a mi no me detuvieron... ufff)
Abrazo
jua jua jua.... al principio no entendía la metáfora... me parecía muy feo que hablaras de una tia como si fuera una maquina de cacahuetes (juajuajua)... no puedo parar de reirme, mira que soy cortita a veces! juajuajua
Pues no me queda otra que devolverte los aplausos. Y no porque te los desprecie, sino porque en esta ocasión eres tú quien los merece.
No recuerdo haberte leído ninguna entrada tipo relato, aunque sea para describir una experiencia real. Ahí hay madera de inventor de cuentos, abogado, así que manos a la obra.
Un abrazo
Verdaderamente, María: es que es muy feo ;)
¡¡Muy bueno, Néstor!! (pero ya sería otra cosa, no el Cariñena ¡¡jaja!!).
Un robo relatado por W. Disney.
ja,ja,ja...
Siempre les quedarás lo cacahuetes!
¡Buenísimo!
HIJO DEL CAPITÁN (conozco a La Mujer del Pirata y a la Hija del Capitán, pero no a tí: bienvenido seas): decirme eso de Sabina es un verdadero honor, muchas gracias.
Ah, PIANISTA, es que la máquina de chuches tenía buen corazón.
Ja, ja, ja... ALEMAMÁ: verdaderamente genial tu comentario. Sí, a veces es peor una pelandusca de carne y hueso.
FUTURO BLOGUERO, te estoy viendo bailar con el taburete (juas, juas, juas...). Por cierto, ¿te hizo "ticar" el autobusero de la EMT, o la colaste como equipaje?
Ja, ja, ja... MARÍA, es que igual he sido un poco críptico. Al principio me parecía arriesgada la metáfora, pero es que sucedió tal cual. Así son mis clientes: divertidos en la adversidad e ingeniosos en sus historias.
Gracias, gracias TATO: me han llegado tus aplausos. No obstante, en esta historia soy un mero recopilador, un juglar, que canta hazañas ajenas sin poner ni quitar.
MARTA, ¿cómo que feo? Pero si es totalmente real. Al margen de que este muchacho se fugara con una máquina, es que en ocasiones sois de metal (juas, juas, juas). Y no fíes del Cariñena, que mira lo que le pasó a Don Mendo...
ALTEA, que no, que no: no es robo. En todo caso sería un hurto (no hay violencia ni fuerza)... Pero es que no puedes ser racionalista: ¿quien calificaría de rapto la hazaña romana con las Sabinas? Es una locura de enamorado, ja, ja...
BENITA: sí, no es mal consuelo. "Siempre nos quedarán los cacahuetes" le podría haber dicho.
JUAN IGNACIO, muchas gracias... Me alegro que os haya hecho sonreir.
juajuajua un poco frias!!!! juajuajua....
ES GENIAL!!!
Pues sí que iba contento Esteban. Qué triste final el de la historia de amor futurista!
Pues sí, has estado salao, Néstor. Pero no nos cuentas qué fue de la máquina, si siguieron juntos o la dejó plantada en mitad de la calle.
La trompa de tu cliente, de campeonato.
de lo mejor... besos
Jajaja. Me he reído. Ahora bien, para ser completamente honesta no me creo que el balbuceo final haya sucedido ;)
ah!!! Sabina no!!!! ughhhhhh!
Eh, eh, MARÍA: reconoce que en ocasiones sois un poco metálicas, ja, ja, ja...
ROCÍO, tus dos palabras me han emocionado (va en serio).
Nada de triste SOBORO: en el fondo esa chica no le convenía...
DULCINEA, pues es que -en contra de lo previsto- la máquina tenía dueño. Así que, mientras mi cliente degustaba el regalo de su nueva y fugaz amiga en compañía de la poli, llegó el dueño del garito. Agarró a la metálica y, con cara de marido apeleado, se la llevó a casa.
Gracias, gracias, DAKY.
MI-TACUA-UY, ¿dudas de mi? Lo cierto es que el balbuceo pudo ser una licencia poético/narrativa.
(Sabina no? Hay canciones y canciones...)
LUISA, ya se ve que hay amores prohibidos... Y que no vale todo, a pesar de que nuestros políticos lo insinuen.
Yo creo que todos nos hemos ligado alguna vez algún objeto de un bar, aunque sea un vaso. Pero lo que más triste me pone es qué habrá pensado la máquina de cacahuetes. ¿Es que quererla es un delito? Snif, snif.
Saludos
O sea que la de metal echó una canita al aire con tu cliente y en mitad de la calle. Luego vino la poli, se llevó detenido a su ligue y en esas apareció el marido ultrajado, y se llevó a la de metal a casa.
Menuda lagarta la metalera.
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