jueves, 30 de abril de 2009

Y volar y volar... Hasta ser aire



Hoy –esta noche– me subiré de nuevo a la bici, después de treinta y siete días. En realidad se trata de la bici de spinning, pero me basta. Aspiraré despacio las sensaciones. Me basta eso. Por ahora, claro. Dadme un par de semanas, solo dos.

martes, 28 de abril de 2009

Yo acuso

Un hombre ha intentado matar a otro. Así de simple y brutal. Tan simple y tan brutal que me sobran los detalles, porque lo único relevante –lo verdaderamente relevante– es que un hombre ha intentado quitar la vida a otro. Ha pisoteado sueños y esperanzas. Ha hecho inútiles los esfuerzos de tantos y tantos: miles de células nerviosas y aleteantes luchando por fecundar un óvulo, generación tras generación; la vida humana empeñada en diseñar algo único e irrepetible: el gesto de la sonrisa, la forma de caminar… Año tras año, padres e hijos, hombres y mujeres emparejados a lo largo de la historia hasta lograr un hombre –mi cliente– distinto a cualquier otro, mejor o peor, pero único. Un hombre que nació sin saber que un buen día un tipo de mirada torva y manos sucias le acecharía para tratar de asesinarle. Y entonces, el fracaso. A la basura miles de años de progreso, de héroes inmortales, de tortillas de patatas, de hombres pisando la luna, de primaveras y tigres de Serengueti…
Me sobran los detalles. Un hombre ha intentado matar a otro. Por eso yo le acuso.

jueves, 16 de abril de 2009

When the man comes around

Me decís que escriba, que actualice, pero no sé qué decir. Necesitaría algo de tiempo para ordenar un par de cosas que tengo en la cabeza y escribirlas, pero no tengo tiempo ni orden. Quisiera, no sé, contaros que me ha vuelto a llamar Lucía para preguntarme por el procedimiento de su padre, un cretino que está en prisión por tratarlas mal; o que he dejado de tomar los calmantes que me recetaron después de la operación, porque necesito tener la cabeza fresca. O cualquier otra tontería de las que solo alegran a los abogados, como que la Audiencia Provincial ha desestimado la solicitud de prueba del abogado contrario o que uno de mis mejores amigos cumple hoy treinta y siete años. O –¡qué sé yo!– que estoy terminando una demanda con la que llevo atascado unas horas… Quisiera decir muchas cosas. Si tuviera tiempo y fuera ordenado os hablaría de las torrijas de la madre de Pablo o de un par de gestiones rápidas y eficaces que he hecho esta mañana que me han hecho sonreír. Pero hoy no.
Quizá mañana. Quizá vuelva otro día.

domingo, 12 de abril de 2009

Domingo

La noche, el canto y la Catedral. Es un cóctel peligroso para un alma ingenua y levemente instruida como la mía. Con la rodilla fatigada, me quedé sentado en un banco; solo y a oscuras en la inmensa nave. Fuera se oía el fuego. Dulce lignum, dulces clavos. Dulce culpa. Y de pronto la luz y las campanas atronando la noche de Ciudad Real. Mi cabeza viajaba libre, mirando más allá de la noche negra. Cantaba el Obispo: esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. Recuerdo a mi madre cantar, de pequeño. Quizá por eso el canto me influye tan poderosamente. Esta es la noche de la que estaba escrito: será la noche clara como el día, la noche iluminada por el gozo. Velas, fuego, cera y el tiempo que pasa rápido. Un niño, en el banco de delante, me mira y me hace un gesto para que me arrodille. Le saco la lengua y se ríe. La noche –la Noche– avanza, pero brilla, como el Sol.
Felices Pascuas, me dicen. Devuelvo los saludos y nos quedamos sentados en el banco. La Catedral se vacía. De nuevo el silencio. Como al principio. Pero ahora todo es diferente.

martes, 7 de abril de 2009

Saber mirar

Álvaro tiene veinte años y algo en la cabeza que le descontrola de vez en cuando: un cable mal enchufado, una conexión fundida, una pieza del rompecabezas de su mente que no está en su sitio. Ahora está en prisión.
Los informes médicos dicen de él que padece un retraso mental agravado por la falta de estimulación intelectual temprana y por el consumo compulsivo de sustancias tóxicas. Sigo leyendo: Álvaro ha crecido en un entorno familiar con escasos recursos morales y una desordenada inclinación a la violencia. Me apunto la frase, miro al pasillo y repaso mentalmente los puntos del informe que he preparado para el juicio: “el resultado es que Álvaro no sabe decidir, no acierta a discernir entre lo que está bien y mal, lo que se debe o no debe hacer. Álvaro no es un delincuente, es un enfermo”. Me gusta. No lograré la absolución, pero sí la aplicación de una eximente o la atenuante analógica y la posibilidad de que cumpla la pena mínima en un centro terapéutico o en tratamiento ambulatorio.
Sé que muchos me dirían que no hago bien, que Álvaro merece estar dónde está y que ahí debe quedarse. Lo sé, pero no me importa. Hago lo que debo, porque soy su abogado y porque Álvaro no ha tenido las oportunidades que yo he tenido. Se merece otra segunda oportunidad, otra vida.
Se lo debo.