Rápido como el viento, furioso y desbocado, así era Ramón aquella noche de viernes. Su mujer se arregló entre gritos y se marchó a una boda, mientras su esposo se quedaba en pijama y calcetines, en la puerta de casa, con la boca abierta. Discutieron porque Ramón llevaba once meses sin trabajar, agotando el subsidio del paro; no podía pagar el regalo de la novia –ambos lo sabían– y sin embargo ella se marchaba a cenar y a bailar con extraños y a gastar un dinero que no tenían. Ramón apretó los dientes. Ramón se sentó. Ramón se quedó viendo la tele, pero no la miraba. Su mente trabajaba deprisa, alentada por el fuego de unos celos absurdos. Sin pensarlo levantó el teléfono y marcó el número del restaurante. Se oyó a si mismo: –“he puesto una bomba que estallará en dos horas”– y colgó y esperó.
Esperó solo quince días, porque una mañana la policía llamó a su puerta y le detuvieron. Los antidisturbios, los artificieron y sus perros habían entrado aquella noche en el restaurante a la carrera, luchando contra el tiempo, buscando una bomba que no existía. El resto fue coser y cantar porque Ramón había llamado desde el teléfono de casa.
Ahora Ramón lloraba en el juzgado al verse sentado delante del juez.
Soy un hombre normal, me decía, no un delincuente.
¿Qué cara se supone que tienen los delincuentes?, le dije.
Me miró.
No eres un delincuente, solo eres imbécil.
Levantó la cabeza.
¿A quién se le ocurre jorobar una boda con una amenaza de bomba? Piénsalo y, por Dios, deja de llorar y de hacerte la víctima.
Pero… No sabía qué hacer…
Pues tenías que haberte puesto tu mejor traje y haberte ido a bailar con tu mujer y disfrutar de la noche y de la boda y dejarte de orgullos y leches.
Dejó de gimotear. El juzgado se había quedado en silencio.
Así que ahora te buscas un trabajo, solucionas los problemas con tu mujer y te llevas a tus hijos al cine cada sábado.
Oía su respiración.
¿Vale?
Vale...
Y acuérdate de pagar la multa.
[He de reconocer que me fastidia cuando la gente llora solo porque tiene pena de sí misma, por orgullo. Sé de alguno que dirá que mi reacción fue colérica… Y quizá tenga razón]
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12 comentarios:
Para reacción colérica la de Ramón, letrado. De todas formas, todos tenemos derecho a ser imbéciles de vez en cuando. Y también la obligación de asumir las consecuencias de serlo con entereza y valentía.
Un abrazo
Tu reacción fue colérica:)
Pero los hombres si lloran.
Lloró Jesús.
Un cordial saludo
Durante más de un año, los martes, todos los que cogíamos la línea roja llegábamos tarde a clase porque según decían, un gracioso llamaba con avisos de bomba al metro. la leyenda era que se trataba de un chaval al que le reventaba el control de mates o la hora de gimnasia o madrugar o vete tú a saber.
Era divertido cuando entrábamos Pedro, Helena, Puñ y todos los demás. Ya llegan los de la roja, decían cuando entrábamos.
Me aperece, que, aunque colérica, ayudó a que él se diera cuenta de su error. A veces necesitamos que alguien nos pegue un grito para darnos cuenta de cuál es el camino que debemos tomar. Quizá a Ramón nunca le hubiera pegado un grito antes y, por eso, se bloqueó e hizo "el idiota". Pero después de tu grito, quizá aprenda. Estoy de acuerdo en lo que debería de haber hecho, quizá no en irse al cine cada sabado con sus hijos, pero lo de su mujer era una emergencia. Muy bien, letrado.
Pedrón, Isabel soy yo, bueno no soy yo, pero se ha de haber conectado mi hermana antes y sin fijarme he firmado con su nombre... perdon!
Pues claro que los hombres llorais. Ni que fuerais marcianos.
Recuerdo con pavor las dos amenazas de bomba que nos obligaron a dejar las aulas al principio de la democracia. Nunca hubo bomba, pero no tenía puñetera gracia.
TATO, la de Ramón fue una reacción colérica y estúpida. Estoy convencido de que el maltrato familiar comienza en una mala educación de los sentimientos.
DIOSENTUCALLE, los hombres lloran, pero no por estupideces, ni por orgullo; digo los hombres.
PIANISTA, las amenazas de bomba en mi colegio eran geniales, porque nos sacaban al patio a jugar al fútbol... Eran partidos bestias de tres horas... Uf...
MARÍA (ISABEL, jajaja), en realidad no le grité porque suelo gritar poco (viendo al Madrid, vaya). Cuando me enfado digo las cosas en voz queda pero con muy mala leche... Ay, este carácter mío.
DULCINATOR, los hombres lloramos, en efecto, pero poco y con motivos. ¿Al principio de la democracia estabas ya en la universidad? Uf... Creo que mis padres no se habían conocido, ja, ja, ja...
¿Educar los sentimientos, letrado? ¡Uhhmmmm! No sé. Yo prefiero educar los comportamientos y dejar a los sentimientos lo más libres posible.
Un abrazo
No te pases, Topletrado, y lee bien. ¿He dicho que las amenazas de bomba fueran en la Universidad?
Quee ra yo el que dijo...
Juajua, dicen que el primer dni de Dulci era de mármol!!!!!
No, no Néstor.
No es Diosentucalle es Diosenmicalle, aunque en realidad estaremos encantadas de que pases por allí como si de tu calle se tratase.
Tinta
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