Ganar es una droga que crea una peligrosa adicción, como todas supongo. Me notifican hoy una sentencia absolutoria de mi cliente por un delito de quebrantamiento de condena. Felipe es un pobre hombre al que le dio por incumplir una medida cautelar de alejamiento de su pareja en la creencia de que “ella” había retirado la denuncia. Pues bien, “ella” denunció a “él” y los tres juntitos pasamos un día entero en el juzgado de guardia: Felipe llorando, ella lamentando el día que le conoció y yo viendo pasar la vida.
Llegado el juicio decidí innovar y alegué una moderna jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo que habla del “derecho a vivir juntos” (cfr. STS 26-9-2005) y de la que no había antecedentes en nuestra Audiencia Provincial; aposté fuerte porque mi cliente tenía antecedentes penales y habría dado con sus huesos en prisión de haber resultado condenado… Nos la jugamos y ganamos: “el consentimiento expreso de la víctima impide considerar vigente la medida de alejamiento impuesta al acusado y por ello, procede su absolución”, dice la sentencia. –Olé, digo yo.
Hoy me he ganado la cena, así que daré buena cuenta de las empanadillas y no me castigaré con el spinning. Hoy, jornada de descanso.
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