Llegaba tarde, así que es probable que llevara mala cara. Apenas un par de pasos de cebra y un semáforo me separaban del juzgado. Para variar el semáforo estaba en rojo. Sudoroso y contrariado me quedé en la acera. Al lado se detuvo una madre con un carrito y un niño pequeño, que no paraba de moverse y forcejear con las correas del carro.
– Estáte quieto, que te vas a caer, le dijo la madre.
El niño se quedó quieto, pensativo.
– Pero, si me caigo ¿tú me recogerás, verdad?
La madre se mordió el labio y miró al cielo y yo me olvidé de la prisa que tenía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
17 comentarios:
Bueno, venía aecharte la bulla por no actualizar, pero vale. Has estado bien. Con el oido puesto hay veces que se oyen cosas la mar de bonitas por aí.
Y tú ¿qué te vino a la cabeza?
"si me caigo¿tu me recogeras?" yo soy la madre y le habría plantado un beso enorme!!!
¡¡que bien que actualice, yate echábamos de menos!
La espera mereció la pena...
Qué majete el niño
Me lo olía, pianista, como huelo las tormentas, y me he apresurado a contar algo. Recomiendo leer "En la duda saluda" de Enrique García Maiquez, porque tan importante como escuchar es mirar por la calle.
Ay, Ángel, tú si que sabes.
Sí María, yo también lo habría hecho (la lengua de trapo y la lógica infantil son uin coctel explosivo y encantador).
Gracias mil Futuro Blogero.
¡¡Qué lindo el niño!! Estos encuentros fortuitos que alegran el día y hacen olvidar -aunque sea momentáneamente- las prisas y los agobios se agradecen tanto...
¡¡Qué "gonito", Néstor!! :)
Néstor, pocas cosas tan divertidas como dejarse impregar por lo que se ve en la calle. Y a veces hasta hay cosas chulas. No te abroncaré más... hoy.
Qué cosas se ven en la calle, ¿verdad? Y luego los niños que son tan sincerotes...
En efecto, Marta, hay tantas cosas que ver en la calle, si uno va medianamente atento... Yo camino diáriamente una media hora (del despacho a mi casa raramente tardo más de seis minutos y al juzgado, unos quince) y prestar atención a las cosas me ha dado grandes alegrías.
Pianista, a ti y a María os dejo que me abronquéis (en lo que a actualizaciones se refiere) porque lo hacéis con estilo...
Patzarella, lo de la ingenuidad de los niños es un arma de doble filo que en ocasiones sonroja a más de uno.
No sé si a ti, pero a mí las escenas de este tipo me hunden un poco. Es como si cada uno de esos niños (no todos, eh, sino esos adorables...) me dijeran telepáticamente: yo podría ser hijo tuyo. Y entonces me siento, ¿cómo decirlo? ¿Hay alguna palabra que signifique lo que huérfano pero al revés? Gracias por esta sonrisa.
Esto...No es por chafar el buen rollo pero... ¿quién os dice que la respuesta de la madre no iba a ser "no, ni de coña"?
Visto lo de Madeleine...
Ok, lo siento. Cuando me da por ser burro...jeje
Bonita escena. Sí señor.
Un saludo
Una madre sin argumentos. Lo peor no es caer, sino que no haya alguien que te recoja. Y nadie recoge como una madre.
Ah, Carlos, Carlos: la llamada de la selva... No conozco la palabra a la que te refieres, pero preguntaré, porque algo habrá.
La verdad Álvaro es que tienes algo de razón; uno ya no sabe qué pensar.
En efecto, Javi, nadie como una madre.
Los niños y las mamás siempre vivirán en ese eterno tira y afloja... interesante moraleja. Bendiciones y felicidades por el premio.
¡Nada, nada! Que aprenda a levantarse solo.
¿Te has caído tú también?
¿Hay que recogerte?
Ah, igual es que te estás recuperando de la apertura del año judicial... jeje
¡Levántate y escribe!
Un saludo
Creo que pasé hace mucho por aquí, pero no volví (era una entrada en que estabas de defensor)... ¡Ahora espero no dejarlo! ¡Muchas gracias!
Ésta ¡imperdible!
Publicar un comentario