No me extrañó que me dijeran que lo tenía esperándome, porque le había enviado una carta muy dura. Me gusta confiarme a mi primera impresión así que no me extrañó ver la malicia en sus ojos y en los de su madre anciana cuando entré en la sala de juntas. Me puse en guardia. El hombre adeudaba cinco meses de renta a mi cliente. Enarboló la carta delante de mi cara como si fueran las noventa y cinco tesis de Lutero; decía estar indignado con las infamias que ahí se decían.
He pagado hasta la última peseta, rugió.
Demuéstremelo, le dije sin perder la paciencia.
Y comenzó a revolver papeles. Me bastaron cinco minutos para estar harto de aguantarles así que así que crucé los brazos y me recosté en la silla. Comencé a estar incómodo. La mesa se llenó de papelotes: recibos de renta, ingresos de la basura, gastos de pequeñas reparaciones, facturas de Vodafone, pagos de no sé qué… Pero los cinco meses que debía no aparecían por ningún sitio. A los diez minutos dejé las manos encima de la mesa y gruñí: no dejo de tener la sensación de que me toma por tonto y pretende tomarme el pelo así que seré muy claro, o paga en cinco días o le echo de la casa en menos de un mes.
No se asustó demasiado, quizá porque conocía que los engranajes de la justicia funcionan como siempre. Total, que se fueron como habían venido, indignados, incomprendidos y deudores.
El jueves nos vimos de nuevo en el pasillo del juzgado. Nunca fue tan fácil un juicio: el hombre, acompañado por la sombra eterna de su madre, reconoció que no había pagado, que debía ocho meses de renta y los recibos de la basura. Y que ya había dejado la vivienda y me traía las llaves.
El juez le cortó cuando pretendió sacar su lista de cuitas y desventuras.
Le miré. Es el típico caradura, pensé. Se aprovecha de la gente buena y les deja empantanados de deudas. La crisis le ha convertido en una alimaña. Sobrevive, entre desahucios, rentas sin pagar y ejecuciones imposibles. Bajo su aspecto inofensivo se esconde un caradura. No es el rey de esta jungla, pero sobrevive.
¿A quién engañará ahora?
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5 comentarios:
Tendría que haber un registro público de inquilinos morosos en el que se indique la cuantía, la antigüedad de la deuda y los intentos infuctuosos de cobro.
Que se pueda eliminar si pagan. Como el CIRBE o el RAI. Ya se protegen los bancos pero supongo que también habrá que proteger a los particulares.
¡Pobre hombre!, ¿y si de verdad no tiene ni en qué caerse muerto?
El ayuntamiento de aquí anda explicando en algunos centros cómo hay que operar para ser un okupa al que no se saque ni con agua y jabón. Lo cual que los caseros cobran el cuádruple. Olé.
Estas situaciones cada día irán agravándose más, los alquileres no están en relación con los sueldos, el estado tendría que poner remedio.
Que renda da un banco por el valor de una casa?, pues repartirlo en meses es lo que tendría que pagar el inquilino... no más.
Igual el estado y los bancos que nos han metido en este envolao, en casos de parados tenerlo en cuenta, que nadie esta en estas situaciones por gusto.. con alguna excepción
Saludos, desde Barcelona
No nos equivoquemos. Una cosa es el estado y otra el gobierno. Y otra diferente las diecisiete taifas que van perpetrando cacicadas a diestro y siniestro.
La vivienda es necesaria, pero una buena ley que la regule aún más. Mientras legisle el mismo que gobierna, no sacaremos nada en limpio. Aquello de independencia del poder legislativo, ejecutivo y judicial ¿a que os suena?
Claro que, si jugamos limpio y esto se convierte en una democracia real, no una payasada en la que por votar cada cuatro años la gente cree que vive en democracia ¿cómo ponen el cazo los que tienen acceso a él?
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