martes, 27 de abril de 2010

La mujer de los cien zapatos

El ser humano no está preparado para los finales, para asumir que las cosas se terminan, para amanecer un día pensando que puede ser el último. Por eso la mujer se quedó muda, cuando abrió la puerta en pijama. Al otro lado esperábamos los funcionarios de la comisión judicial, mi procuradora, dos policías locales, el cerrajero, mis clientes y yo. Antes de que pudiera balbucear una excusa, la agente de la policía local le advirtió que el juzgado había señalado el lanzamiento del desahucio para las once de la mañana de hoy y que debía abandonar la vivienda de inmediato.
Se quedó petrificada.
Eran las once y diez minutos de la mañana.
Pasamos a la vivienda. La mujer comenzó a balbucear, con el miedo en el cuerpo. Miedo al más allá, al día después, a los minutos siguientes. No puedo pagar, decía. Conté unas sesenta botellas de alcohol, primeras marcas en alimentación, cosméticos y limpieza, climatizador… Y más de cien zapatos y ropa moderna y de calidad. La miré en silencio. Veintiséis meses sin pagar la renta y más de cien zapatos, algo falla, pensé.
Apenas unos minutos después de las doce la dejé en la puerta de la calle, con cinco bolsas y alguna maleta. En la calle. Me fui a tomar un café con mis clientes, ajeno a todo, como el verdugo que se rie al ver rodar la cabeza más allá de su hacha.
No me da pena.
No.

10 comentarios:

Er Tato dijo...

Hombre, letrado, un poco de desasosiego sí que produce tu relato. Pero no pena. Pena, no. ¿Estás seguro de que era una señora y no una ciempiés, prima hermana de Samsa?

Un abrazo

P.S.: Imagino que por mi tierra, bien. ¿O no?

Paco Becerro dijo...

Imelda Marcos, se llamaba?

Néstor dijo...

TATO, sé que produce desasosiego, porque la realidad, cuando es así de dura, siempre produce ese sentimiento. Tu tierra nunca defrauda, ya lo sabes. Creo que desde ahora guardaré un recuerdo muy especial.
FUTUROBLOGUERO, no recuerdo cómo se llamaba, jajaja... Pero sí, podría ser ella.

Dulcinea dijo...

Tu último párrafo me ha dejado helada.

R. Gª. ALDARIA dijo...

A mí tampoco me da pena, qué narices, quizá el arrendador necesitase el dinero para alguna cuestión de primera necesidad y la otra cachondeándose de él con sus zapatitos y borracheras. Hay gente que sólo aprende con lanzamientos y batacazos.

Benita Pérez-Pardo dijo...

Asusta!!. Estamos perdiendo el norte. Las apariencias al primero que engañan es al que las "crea". Trampa mortal en la que todos podemos caer.
Benita

patzarella dijo...

¡Ay, qué fuerte! Y..., ¿estaban monos los zapatos? Digo, ya podrían ser cien de plástico o cien de diseñador... Yo, por lo pronto, ¡dejaré de comprar zapatos! ;-)

Nodisparenalpianista dijo...

Joe, Néstor, Er Tato se merece de premio, por primero y por colmillero un par de botas, lo menos.
De todos modos, me parece mucha gente para echar con cajas destempladas a la jetona. Esto, en el lejano Oeste se arreglaba en un pispás.

Néstor dijo...

DULCI, eso es porque hace un frio que pela, jejeje... Debes recordar que soy abogado. La única diferencia entre la ley de la selva y la civilización es la existencia de abogados, que defendemos los intereses de nuestros clientes. Ya lo he dicho muchas veces: si el abogado hiciera justicia ocuparía el lugar del juez y dejaría desasistido a su cliente. No es nuestra misión.
RAMÓN, razón tienes. Mis clientes son gente buena de la que ésta sinvergüenza se aprovechó durante más de un año. No, a mi tamapoco me dan pena los caraduras.
BENITA, demasiada gente vive solo de apariencias. Quizá por eso llegan las depresiones, las crisis y las decepciones.
PATZARELLA, en España tenemos zapatos muuuuy buenos, pero no sé cómo serían los de esta mujer. Mucho me temo que serían buenos... Hum... ¿Quieres que pregunte? No me digas que eres de las que compran compulsivamente, jajaja.
PIANISTA, aquí las cosas las soluciona la justicia, tarde y mal, pero las soluciona...

Nodisparenalpianista dijo...

O no, Néstor.