“Pues ¿sabes que te digo? Que, a partir de ahora, todo es gratis: que has vuelto a nacer”, me dijo y se quedó tan fresco. Asentí. No hizo falta nada más, porque él y yo nos entendimos; porque desde hacía unas semanas había empezado la ardua tarea de aprender a trivializar lo trivial y dar importancia a lo verdaderamente importante.
El 11 de febrero de 2007 me desperté en el hospital con un generoso dolor de cabeza, veintiséis puntos de sutura y el ligero recuerdo de que –apenas unas horas antes– estaba montando en bici y bajando por la ladera de una montaña (es un decir, porque se trata de un cerro). Me caí, de cabeza y sin casco (siempre lo llevo), perdí el conocimiento y solo la rápida intervención de los que me acompañaban (Darío y Javi, gracias mil) evitó Dios sabe qué.
Tras cuarenta y ocho horas de observación, una semana de reposo y un mes de dolores diversos, me he repuesto y, de tal forma, que he vuelto a salir con mi bici de montaña (la foto, como documental).
Hasta aquí la introducción, porque en realidad pensaba escribir sobre la sentencia de un juzgado de lo penal que condena a un padre de familia a tres meses y veintiún días de prisión y quince meses de alejamiento de su hija, por agredirla con una zapatilla; considera el magistrado que la reacción del acusado no fue ni "proporcionada ni oportuna ni necesaria". Un zapatillazo... No soy hombre de consejos, pero a ese juez y a esa pobre familia, les daría uno: trivializad las cosas y disfrutad de la vida.
El 11 de febrero de 2007 me desperté en el hospital con un generoso dolor de cabeza, veintiséis puntos de sutura y el ligero recuerdo de que –apenas unas horas antes– estaba montando en bici y bajando por la ladera de una montaña (es un decir, porque se trata de un cerro). Me caí, de cabeza y sin casco (siempre lo llevo), perdí el conocimiento y solo la rápida intervención de los que me acompañaban (Darío y Javi, gracias mil) evitó Dios sabe qué.
Tras cuarenta y ocho horas de observación, una semana de reposo y un mes de dolores diversos, me he repuesto y, de tal forma, que he vuelto a salir con mi bici de montaña (la foto, como documental).
Hasta aquí la introducción, porque en realidad pensaba escribir sobre la sentencia de un juzgado de lo penal que condena a un padre de familia a tres meses y veintiún días de prisión y quince meses de alejamiento de su hija, por agredirla con una zapatilla; considera el magistrado que la reacción del acusado no fue ni "proporcionada ni oportuna ni necesaria". Un zapatillazo... No soy hombre de consejos, pero a ese juez y a esa pobre familia, les daría uno: trivializad las cosas y disfrutad de la vida.
2 comentarios:
esto de dar a las cosas la importancia que tiene, me parece importante. por ejemplo, hasta ahora, lo importante en el blog queda reducido al artículo anterior. Bueno, también tiene algo de importante la vida de un joven abogado. Lo de insólitas aventuras suena bien, pero suena a "pufo" desde el momento que su adecuación a la realidad es nula o casi nula.
en cualquier caso: enhorabuena, si es usted el que hace los artículos
Pepelu-anónimo, cómo me alegra que hayas echado un vistazo a mi blog, aunque se te vea el plumero. Me quedo con la enhorabuena. Un abrazo.
Publicar un comentario