martes, 22 de mayo de 2007

Sorpresas que da la vida

Ya ha pasado tiempo, así que puedo contarlo: un dia me llaman para asistir en el juzgado a una muchacha extranjera que trabajaba en la finca de unos conocidos y a la que habían detenido. Llegué y tras mirar las actuaciones me entraron ganas de llorar: a Julia la acusaban de un delito de aborto, aunque –bien es cierto– todo estaba cogido con alfileres. Al parecer había consumido un cóctel de medicamentos que se la podía haber llevado por delante, acabando con la vida de su hijo: una pequeña judía de apenas unos centímetros y toda una vida por delante. El médico que les atendió en el legrado de urgencias sospechó y lo puso en conocimiento de la justicia y allí estábamos de nuevo.
Me surgió la duda –siempre aparece cuando menos la espero, como los recibos del banco– sobre la certeza que los hechos me ofrecían y terminé por defender a Julia, porque si hubiera sido un asesino vulgar o un chorizo también lo habría hecho. Tras la declaración (ella dijo que no sabía que estaba embarazada), el magistrado me confirmó que archivaría el asunto, a la espera del “visto” del fiscal, que finalmente llegó al modo parco de los fiscales y en el dorso del auto de archivo, que la vida está muy mala y hay que ahorrar.
Pude hablar a solas con Julia. El tono me salió duro, muy duro. Julia se echó a llorar y me juró que no volvería a hacer algo similar, mientras miraba de reojo a su marido o novio o compañero casual o lo que sea... Les vi como las personas más desdichadas del mundo. Mientras corría hacia el coche, tratando de mojarme lo menos posible, les vi andando por la calle, amarraditos, balbuceándose palabrejas indescifrables.
La vida viene sin manual de instrucciones, así que a la mayoría le resulta muy difícil saber qué es lo correcto –qué está bien o mal– en un mundo en el que el “haz lo que te brote” es la máxima de conducta. Ójala Newman no se equivoque y basten un puñado de hombres buenos para cambiar el mundo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una historia triste y desgarradora pero muy bien contada, Néstor. Efectivamente, no hay cursillo pre-natal para las criaturas que vienen en camino ni libro de instrucciones sobre cómo torear las embestidas de la vida. Quizá esté ahí precisamente lo complicado de todo esto, lo grande, lo maravilloso del reto, lo incierto del resultado... En fin, la vida misma.

Ángel Ruiz dijo...

Muy bien contado un relato bien triste.

Anónimo dijo...

Gracias Marta y Arp por el ejercicio insufrible de leerme. Efectivamente el verdadero reto de esta vida es vivirla dia a dia. Prometo una historia un poco más alegre la próxima vez.

Milkus Maximus dijo...

Lo tuyo no es insufrible. Pocas veces hay gente dispuesta a exponerse como vos contando el día a día de algo tan personal como es el corazón frente a la profesión.
Uno encuentra blogs como el tuyo, y aprende, y agradece.
Seguí adelante. Esta MUY bueno.

Anónimo dijo...

Pues el caso es que nunca lo había mirado desde esa perspectiva, Milkus: exponer el corazón frente a la profesión... Algo contaré de eso a propósito de una llamada telefónica.

Milkus Maximus dijo...

Espero la crónica. No te hagas rogar :P