Pude ser soldador o albañil o contador-partidor o locutor de radio, pero soy abogado. Para bien o para mal, lo soy. Pensé en ello el viernes, quizá aplastado por los últimos acontecimientos, incluido este. Eran las seis y pico de la tarde cuando me metía el coche. Lo encendí y accioné el aire acondicionado: 17 grados de azul. El ordenador me dijo que la temperatura era de 35º centígrados en el exterior. Apenas una hora antes había llegado a casa de Lola para darle malas noticias: habíamos perdido un pleito y les venía a notificar la sentencia de la audiencia provincial. Por lo general suelo avisar por teléfono y envío la sentencia –para bien o para mal– por carta; si tienen alguna duda les convoco en mi despacho… Pero con Lola era diferente.
Me recibieron en el salón a las seis de la tarde; en una mesa de madera nos sentamos Lola, sus dos hijas y yo. Hacía fresco dentro, pero yo sudaba. Les leí la sentencia de cabo a rabo. Solo al final me interrumpieron con una pregunta, clara y directa:
–entonces ¿el juez sostiene que la pared no es nuestra?
En efecto, la pared es medianera.
Apenas una hora más tarde salía por la puerta. Me senté en el coche y traté de poner en pie el poema de D’Ors; nada, fue imposible. Ya en casa lo leí y decidí transcribir unos versos:
Raro asunto
que entre la muchedumbre de los siglos,
que existiendo la China innumerable,
y Bosnia, y las cruzadas, y los incas,
fuese a tocarme a mi precisamente
este trabajo amargo de ser yo.
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5 comentarios:
Razón tiene ese hombre, vaya que sí. Pero con ese mismo argumento, le vamos a dar la vuelta a la tortilla esta tarde ¿vale? Para ver las cosas con mejores ojos: entre toooodos los hombres de toooodos los tiempos, has ido a nacer en TU familia, a crecer entre TU gente, a conocer a TUS amigos... Mola ¿o no?
Ja, ja, ja... Gracias mil Marta. Ha estado bien el detalle; a veces vemos las cosas desde el lado equivocado: debe ser el mes de julio que ya me pesa como una losa.
Raro asunto, dijo también el chino. Y el bosnio, y el inca, y el cruzado.
Bueno, pues a mí me hace gracia el poema. De hecho, creo que si me voy a reír cada vez que lo leo, más vale que lo lea en momentos grises.
Raro asunto que la queja-ansia-por-cualquier-otra-cosa forme parte de nuestra naturaleza. Juan Ignacio, siempre acertado.
Altea, te lo regalo. Avisa en tus momentos grises y te lo hago llegar... Buena señal sería que no te lo enviara nunca, claro.
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