Con el coche cargado, dispuestos a pasar un día de campo en una de esas tradicionales romerías del mes de mayo, me suena el teléfono móvil; era Santi, un buen amigo. Se oye el peculiar ruido de fondo de un bar a la hora del desayuno. –Tenemos que hablar –me dice–, porque estoy con un amigo que sostiene que los abogados somos muy mala gente… Me reí. –Habrá tenido una mala experiencia, le dije. Una mala experiencia. Tiene gracia.
A menudo recomiendo “Matar a un ruiseñor”; seguro que Tom Robinson pensó que su abogado –ese excelente Atticus al que todos nos queremos parecer– no había hecho todo lo que podía: que pudo dedicarle más tiempo, que se equivocó en la forma de plantear el juicio, en la estrategia, en la prueba o en los interrogatorios… Pero Tom se empeñó tanto en monopolizar el sufrimiento que no se paró a pensar que a Atticus, como a cualquiera otro, le quedará siempre la duda –¿que he hecho mal?– y no permite consuelo, ni económico, ni moral.
No soy llorón, pero con la versión cinematográfica de “Matar a un ruiseñor” lo he hecho. Al final de la película, cuando le dan a Atticus la noticia de la muerte de Tom, la Srta. Mody le explica a Jem que “hay hombres en este mundo, que han nacido para cargar con las tareas desagradables de los demás. Tu padre es uno de ellos.”
Santi, dile a tu amigo que hablamos cuando quiera; pero antes, que vea “Matar a un ruiseñor”.
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4 comentarios:
Yo la reveré.
Ójala todos los abogados fueran como Atticus. Conozco a algunos y te aseguro que ninguno sufre cuando pierde un juicio.
JAS
Abogangster !!!
leree el libro y hablamos !!!
saludos,
lp
¡Cómo! ¿Es posible que no te hayas leido este "Matar a un Ruiseñor"? Desde luego LP, es una laguna... Ya hablaremos.
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