lunes, 4 de febrero de 2008

Cuatro historias de la guardia

1.- El domingo Iuliu cogió el autobús en el pueblo. Tenía día libre y lo dedicaría a llamar a su familia, en el centro de centroeuropa. Al llegar a la ciudad se entretuvo a hacer tiempo en el bar de la estación de autobuses. Nunca llegaría al locutorio. Unas horas más tarde se despertaba entre barrotes, con cien euros menos y una resaca espantosa: estaba detenido y denunciado por una limpiadora de los cuartos de baño de la estación. Cuando le asistí en comisaría todavía olía a vino y a desesperación. Habría preferido que recordara algo, que me dijera que se acordaba perfectamente de la muchacha, que apenas le había dicho dos o tres piropos más o menos soeces, que de ninguna manera se había abalanzado sobre ella… Pero Iuliu no se acordaba de nada.
No sé si es mala suerte o doble vida o consecuencia de “el que la sigue la consigue”. No lo sé.
2.- ¿Cuánto has bebido? Tres cervezas, me dijo. Aún hueles a whisky: no te acerques al juez, ni a la fiscal. ¿Me has oído? Si. ¿Qué más has tomado? Tres sobres de espidifén, para la gripe. A Felipe le había detenido una pareja de la Policía Local que se lo encontró mientras perseguía a un atracador: era incapaz de mantener el coche en el carril, de decir nada coherente y de soplar lo suficiente como para hacer la prueba de alcoholemia, así que durmió en los calabozos. Despeinado, resacoso y tambaleante, sin cordones en los zapatos –el colmo del desvalimiento– ni sueños de los que vivir, me lo encontré sentado en el juzgado. Una hora más tarde salió de allí con cordones y con una condena por conducir bajo los efectos del alcohol. Crimen y castigo. Pena mínima.
3.- Me desperté sobresaltado: el móvil. ¿Es el abogado de guardia? Me costó decir nada, pero al final reconocí que sí, que lo era. ¿Puede venir a asistir a un detenido? ¿Qué hora es? Las tres y diez, ¿sabe donde está el cuartel? Sí, le dije: sí lo sé; a veinticuatro kilómetros de aquí, en mitad de la noche, entre la niebla y el frío: sé perfectamente donde está el cuartel de la Guardia Civil, pensé.
La ciudad estaba vacía y silenciosa: la ciudad que sí duerme, dije en voz baja. ¿Por qué sales a estas horas? Calla. ¿Sabes que tienes ocho horas para trasladarte? Que te calles, no quiero discutir conmigo mismo a estas horas. Conduje escuchando cadena 100, porque tengo el lector de cederrones estropeado: me habría gustado cantar con Fito y los Fitipaldis, pero me conformé con los cuarenta y cinco minutos sin pausa que anunciaba la emisora. Volvía a las cinco de la mañana. Me metí en la cama medio vestido, cansado y hambriento. A las dos horas el despertador cumplió con el inexorable cometido para el que ha sido fabricado.
4.- Vasili olvidó que una orden de alejamiento le impedía ver a su mujer. Pero ella no lo había olvidado, así que no le abrió. Vasili, como un jabalí herido, escaló a la vivienda del vecino para acceder a la de su mujer, pero el vecino se despertó, así que Vasili lo redujo –al parecer– con amenazas de muerte. Le miré: estaba impaciente, fastidiado, esposado y sin cordones. Es curioso como olvidamos lo que debemos recordar y como nos acordamos de las cosas que queremos olvidar. Es curioso lo pronto que uno olvida lo buena persona que fue o pudo haber sido.

26 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando encadenas varias guardias de semejante intensidad... no acabas por preguntarte "¿quién me mandaría a mí?".
Hay que ser fuerte y valiente para aguantar ese ritmo, Néstor. Fuerte y valiente. Y mucho.

Nodisparenalpianista dijo...

Me gusta lo de los cordones, y el cederrón, abuelo del deubedé. Me gusta el relato y sobre todo la conclusión. Lo que pudimos ser y no quisimos. Extraordinaria conclusión para un camino tan tortuoso como el de esa guarda.

Anónimo dijo...

Esta cadena de historias tienen un hilo conductor que eres tú. Tu perspectiva de lo que ves en los otros. Interesante. Contrasta con la que puede tener un no abogado, cualquiera, por ejemplo yo.

Tus guardias dan para una colección de relatos cortos, intensos, crudos y reales.
¿Por qué no te animas, topletrado?

Anónimo dijo...

Claro que antes tienes otros deberes, a saber:
1 cambiar la foto de la entrada de tu chat
2 actualizar a diario como hace el Pianista
3 dejar las margaritas

Néstor dijo...

No te creas, MARTA, ni fuerte ni valiente: supongo que solo cumplo con mi deber, a veces con mala cara incluso. ¿Qué dirías de un futbolista que no mete goles?
PIANISTA, en efecto, mejor así: "lo que pudimos ser y no quisimos". Cuántas veces nos excusamos en lo que nos rodea para amparar nuestras equivocaciones...
DULCINEA, mis historias no son diferentes a las de un médico de guardia. Creo. Pero en estas el protagonista no soy yo: es la gente a la que asisto, sus historias, su vida. Por cierto, ¿qué tienes contra la foto de la portada? Salió en una entrevista que me hicieron y nadie se quejó. Bueno, mi madre, que dijo que estaba muy serio (pero es que soy un tío serio de la leche).

María dijo...

¿que no metes goles? yo estoy con el pianista, la conclusión a la que llegas es un gol desde medio campo, un golazo por la escuadra... hay que ser fuerte y valiente para meter un gol por la escuadra desde medio campo... y listo. Esta bien, muy bien aprender de lo que vivimos... tu lo haces genial y nos ayudas al resto. Eso es otro golazo, como los de Messi...

Ángel Ruiz dijo...

Buen texto, aunque creo que quedaría mejor con un repaso, puliendo un poco (no mucho, sólo un poco).
Saludos

Anónimo dijo...

Uy, Néstor. Soy de un equipo lleno de futbolistas que no meten goles; a lo peor, en su propia portería. Y digo muchas cosas, sólo que es mejor que no las oiga nadie ¡¡jaja!!

Néstor dijo...

ARP, menos mal que alguien dice algo: le falta un no sé qué, en efecto. Me hice un esquema esperando en el juzgado y lo hilé a toda prisa ayer. Échale un vistazo y me dices: lo he pulido un poco, solo un poco, no sé si lo suficiente.
MARÍA, ¡pero qué pelota eres cuando estás enferma!
MARTA: amosandaya.

Ángel Ruiz dijo...

Sí, ha mejorado, creo; antes era más vivo el texto, ahora más 'correcto'; no sé, quizá debería haberme callado, porque la materia prima ya estaba ahí, en esa primera versión.

Álvaro dijo...

Cela consiguió que quien leía La familia de Pascual Duarte se solidarizara con el protagonista, que aún siendo el verdugo, parecía la víctima.
Con tus relatos consigues que, aún habiendo cometido delitos -sean cuales sean-, esas personas me causen nostalgia.

Lo más curioso, lo de los cordones.

Un saludo

Dulcinea dijo...

Pues que tienes una deuda de honor para con las chicas de tu chat: la foto de tus bermudas hawaianas. O bien la de la corbata en la frente.
O bien las que te incautó Rocío...

María dijo...

¿¿¿pelota??? pues lo decia de verdad... :P

Néstor dijo...

ARP, no te calles: la culpa del texto de "cuatro historias..." la tiene Cormac McCarthy y mi impenitente manía de experimentar. Quería una historia oscura, de frases breves, muchos puntos, pocas comas y menos subordinadas. Pero es muy difícil transmitir así. Seguiré investigando y sigue -por lo que más quieras- corrigiéndome.
TRENTI -no te voy a engañar- es lo que pretendo: detrás de cada delito hay personas normales y corrientes, pero habitualmente atormentadas, con problemas; libres y responsables, es cierto, pero con problemas. De juzgar se encargan los jueces, no la sociedad.
Pero DULCINEA, si es que no tengo bermudas hawaianas. A lo sumo un bañador naranja... En fin, esperaremos al verano.
MARÍA, si es que lo de Messi me ha llegado al alma (y eso que el Barça me da urticaria).

Néstor dijo...

Ups, por cierto, TRENTI: a los detenidos les quitan los cordones y cualquier otra cosa con la que puedan autolesionarse (colgándose de un tubo, por ejemplo) en plena crisis de desesperación.

María dijo...

esa frase tuya me ha hecho que pensar: "de juzgar se encargan los jueces, no la sociedad"... pienso y tienes razón, yo no soy quien para juzgar a nadie... lo pondré en práctica en mi práctica profesional... joe aqui siempre se aprende algo!! gracias messi!! jajaja

Ángel Ruiz dijo...

No, Néstor, me expliqué mal: lo mejor es ese estilo cortado, con puntos, eso estaba muy bien; la impresión que me daba era que había alguna frase que quedaba un poco colgada. Y es muy bueno experimentar, siempre que haya materia prima -y tú la tienes en el proceloso mundo de la abogacía- y una mirada compasiva.

Libi dijo...

pues yo (no se si porque no soy cr´tica literaria) me gusta lo que escribes y como lo escribes.
No creo que sea necesario que te lo digamos en cada post porque si no, no te leeriamos, al menos yo.
Lo de recordar lo buena persona que pudimos llegar a ser, yo lo recuerdo amenudo.

APELO dijo...

Nestor hay que ver la experiencia que estás cogiendo...menudas stories!!

SAlu2

patzarella dijo...

¡Qué impresión! Cada vez que te leo compruebo como la vida de los abogados se parece mucho a la de los periodistas.¡Es aventura tras aventura! ¡Esto es adrenalina pura y yo soy adicta!

Néstor dijo...

MARÍA, yo sí que aprendo de vosotros. Yo sí que me siento pagado.
ARP, no te entendí. En efecto había frases colgando, sin sentido para los demás. Ahora me gusta más: es más exacto y más sencillo de leer. El estilo antes podía ser más directo, pero no decía nada. Ahora creo que sí transmito lo que me pasó.
Gracias mil, DAKY. Siempre podemos ser mejores, como personas y como escritores.
Lo cierto es que sí, APELO. No sé si es experiencia jurídica o de la vida. En cualquier caso me sirve igual.
Je, je... PATZARELLA, a veces es aventura tras aventura; otras es horas de sentada y estudio y malos ratos. Y aún así, merece la pena cada minuto.

Paco Becerro dijo...

Pensaba que ya comenté aquí, ayer, pero o me ha censurado blogger o no lo debí hacer bien.

Igualmente, entraba ahora para agradecerte el comentario en la receta del bizcocho, porque me ha encantado, me he reido mucho rato.

Y ya de paso esperaba tu contestación a mi comentario de ayer, pero como no está, pues empiezo con eso...

Menudas cuatro historias. Todas con un denominador común... Dramas humanos causados por otros humanos, y un abogado de los que sigue en el turno de oficio, que asiste y ayuda hasta a los que, visto desde fuera, no tienen justificación.

Yo no soporte´ el turno de oficio cuando ejercía. Me parece muy duro y muy ingrato, aunque se viven cosas increibles, y se gana mucho más en "coger tablas" que en efectivo.

Como a todos, me encanta como lo relatas, pero esa es otra.

Te debo un bizcochete.

María dijo...

jajajaja me gusta que pat establezca un parecido entre los abogados y los periodistas... no qe que tal os sentará eso!! jajajaja

Néstor dijo...

Creo FUTURO BLOGUERO que os debo una explicación por mi pertinaz permanencia en el turno de oficio. Prometo una entrada en breve sobre eso (quizá no la siguiente). Se gana poco en el turno, muy poco. Tan poco -al menos en mi caso- que no se llaman honorarios, sino indemnización.
MARÍA, todavía no sé si me ha sentado bien o mal. Un hermano y mi cuñada son periodistas: les preguntaré cómo les sienta a ellos. En ocasiones nos dedicamos a desfacer entuertos que vosotros liáis.

Virginia dijo...

Hola Néstor!

Hace mucho que no pasaba por aquí, ayer empezé la guardia y la he terminado hoy! estoy k.o, me alegro de ver que sigues tan bien con tus asuntos y tu super blog.

un saludo, desde Madrid.

Virginia.

Anónimo dijo...

hola Néstor!

Acabo de empezar mi blog en manos de Dios, que es la continuación de uno que tuve hace algunos años.

es un blog sencillito, espero que te guste, y de paso decirte que te voy a enlazar! un saludo.
Virginia ( icam).

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